Thursday, September 17, 2009

El Senor Sufrimiento

(Para Sofía Stolberg)

La humanidad siempre ha tratado de unificarse.
Lo ha intentado a través de genios militares como
Alejandro, Julio César, Ghengis Khan, Napoleón.
O, por medio de filosofías absolutistas
como el nazismo, el fascismo y el comunismo.
O, por el imperialismo económico y cultural
de las democracias occidentales. O, a través
del poder espiritual de las grandes religiones.
Pero todos han fracasado.
Sólo un inmenso poder ha logrado
esa unidad en forma espectacular.
¡Ese poder es el Señor Sufrimiento!

La raza humana, desde la pre-historia hasta el presente,
ha sido siempre victimizada por esa mano brutal.
Todos hemos sido miembros de esa hermandad.
Hasta los indigentes han sabido pagar su cuota.
El ubérrimo Señor no conoce barreras.
Su abrazo prepotente abarca todas las naciones,
todos los credos, todas las razas.
Su legítimo instinto democrático
es incapaz de excluir a nadie.
Ni tan siquiera a plantas o animales.
Nadie puede quejarse del cuidado de este Señor.
Incluye tanto a virtuosos como a corruptos.

-2-


Todos somos víctimas de este azote omnipresente.
Su omnipotencia es devastadora.
No hay quién no sea, forzosamente, su devoto
consuetudinario. El Buda, ese gran biógrafo
de este munificente y extraordinario fenómeno,
afirmó en una ocasión que si todas las lágrimas
derramadas por la humanidad pudieran
recogerse serían más abundantes que todos
los océanos. Sin embargo, si se pudiera
detener en seco a este dinámico Individuo,
las columnas que sostienen nuestra civilización
serían irremediablemente destruídas.

El Sufrimiento es lo que enlaza el andamiaje del mundo.
¿Qué sobreviviría su desaparición?
No habría médicos, ni hospitales, ni abogados.
Los políticos no tendrían nada que prometer.
El aburrimiento devastaría los matrimonios.
Las religiones perderían su razón de ser
al no poder seducirnos con sus paraísos.
Pero lo más terrible sería
no tener ningún incentivo a nuestra
disposición para trascender nuestra
autoindulgente condición humana y
nos viéramos obligados a morir de placer.
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